Quizá ya hemos cambiado de hemisferio y yo ni siquiera me he dado cuenta. Reconozco que a veces soy muy distraído, pero creo que esta vez me pasé de la cuenta.
La primavera mexicana, antaño siempre tan puntual, ahora está invadida por nubes de color gris y un frío que ha hecho que recurra a la ropa que odio ponerme. Lo que sí he de decir que no ha fallado, es que he visto a muchas mujeres en estado maternal.
Creánme que no me quejo del clima, por el contrario, gusto de los días templados o fríos, me sirven, porque inexplicablemente pienso mejor las cosas que quiero hacer, por ejemplo: escribir poesía. Los días calurosos son muy malos para la poesía, pues la mente está más preocupada en como mitigar el clima, que en evocar a las musas.
Las musas, supongo, deben de venir a mi encuentro, en traje de eskimal. Ya saben, con abrigo y gorro y toda la cosa.
En fin. Esta Ciudad, siempre tan rebelde y tan dispuesta a llevar la contraria en toda cosa y momento, cumple su misión. Sólo espero que lo haga con moderación. Digo, Tampoco es para ponernos radicales.
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