Wednesday, June 14, 2006

Un poema que se había quedado en el tintero virtual.

El Tenedor de Libros

No es fácil diseccionar con la tinta
y con los libros.
De pronto el silencio es sumamente absurdo,
todo parece ridículo por momentos.
El portafolios guinda al lado derecho, parece mi sombra.
Una sombra calva, con lentes y canosa -por supuesto-.
El viejo reloj apenas y alienta a las manecillas
el café es muy amargo,
el escritorio de madera, hay que decirlo,
que noble es.
Entre los cálculos y los balances se disuelve la melancolía
cómo el sustituto de crema que lacera los intestinos.
Siempre creí que los años corrían, que pasaban de largo,
hoy me retracto al descubrir que están acumulados en
el anaquel donde yacen los expedientes de las cuentas incobrables.
Cuando joven,
defendía la teoría de que todo es una combinación de dígitos
hoy, me resisto a aceptarlo.
Los números son fríos, crueles, insensibles.
Los números cargan la desdicha de muchos
y entregan la abundancia y el poder a unos cuantos.
Más de una vez fui testigo -involuntario, creanlo-
del acoso del gerente a los cuerpos jóvenes y femeninos
de esta oficina, las promesas siempre lastimeras pero necesarias,
un incremento de salario, ciertos privilegios, en fin.
Pequeñas cosas, que para el que carece de ellas, quizás parezca
una cierta riqueza.
Más de una vez vi rostros de veinte años ruborizados, dispuestos
a aceptar.
Esto son los números, la falta de escrúpulos, la coacción,
el chantaje.
Por eso me resisto a creer que todo sea una suma de dígitos.
El tango es más que eso, Mozart, Fellini, Marceu, Chaplin,
la poesía, tienen que serlo.
El arte.
Creo que mejor debería de hablar de otras cosas...

Pero ahora que lo pienso,
¿De qué otra cosa les podría hablar?
Sólo soy un tenedor de libros.
Durante cuarenta años he dedicado
9 horas diarias a esta labor.
Los libros saben más de mi
que cualquier persona.
¿Qué puedo decir que no tenga que ver
con activos y pasivos, con el debe y el haber?
Bueno, ahora que lo recuerdo, quizás si pueda contarles algo.
Hasta ahora no había nombrado a la ventana
que está junto a la pequeña cocineta donde se bebe café
y a la que acudo varias veces al día.
Esa ventana ha sido una buena amiga, me ha servido como distracción
durante tantos años y me ha permitido ver tantas cosas
en todo este tiempo.
Algunas de ellas: la construcción del metro, la manifestación
de estudiantes que reprimió la policía y el desfile
de no más de treinta prostitutas que exigían respeto
para su manera de ganarse la vida.
He de confesar que de vez en cuando, también miraba a una chica
pero de eso hace ya muchos años.

En fin, que cosas podría decirles.
Tantas que no acabaría, me llevaría quizá otra vida
y un poco más para hacerlo.

Este tenedor de libros mira el reloj
y sabe que es hora de marcharse.
La jornada ha concluido.



14/06/06

2 comments:

F said...

Vale, ni al mismìsimo Soares se le pudo haber ocurrido

Pablo Rodríguez Burón said...

gracias por permitir el humo
un abrazo
volveré