Tuesday, May 08, 2007

La nostalgia

La nosatalgia

Dedicado a la memoria de Guillermo Cabrera Infante, a mi Abuela, a mi hermano y a mi padre.

Dice mi Madre que para mi edad no debería de ser tan nostálgico. Esto es algo que yo no entiendo. Sin embargo no me atrevo a preguntarle que es a lo que se refiere con “no tan nostálgico”. Prefiero confiar en su sabiduría e interpretarlo como que quizá la nostalgia no va muy bien con mi edad. Tengo 27 años, bien es cierto que un niño no soy, pero tampoco un anciano. Sucede que en estos días se me han venido ciertas cosas a la mente que han hecho que yo sienta en mí ser algunas dosis de nostalgia. Confieso que he vivido fue el título de un libro de poemas que no recuerdo si es de Neruda o de Gonzalo Rojas, pero resume bien lo que quiero decir; confieso que he vivido y tanto en pocos años y ese tanto ahora me hace que beba nostalgia.

Recuerdo los cines de barrio que había por toda la ciudad. Eran maravillosos, grandes, alfombrados y sobre todo, baratos. Cualquier niño de vecindad de quinto patio podía ir por lo menos tres veces por semana a ver la película que quisiera. No como ahora que es prácticamente imposible que una familia popular vaya al cine por lo menos una vez al mes. Hace días en un telediario –debí decir noticiario, se me olvidaba que de este lado del mundo así se le conoce- un tipo que al parecer fue educado en colegios religiosos puesto que se la pasa defendiendo a los que se oponen al aborto, dijo que los cines de antaño eran la “cosa más horrible que el recuerda”. Yo me tomaba mi té para la úlcera gástrica mientras esperaba ser informado por ese programa, cuando escuché a este hombrecito –no mide más de 1.60- decir una de las cosas más estúpidas que yo recuerdo. El tipo basaba su argumento en que en las dulcerías de estos cines no se vendía otra cosa más que gaznates y palomitas. Esto es una vil mentira, pues además se vendían pasitas con chocolate, refrescos, helados y muchas cosas más. El hombrecito decía que los gaznates estaban duros, lo cual a mi no me consta pues en todos los años que fui al cine nunca me tocó uno duro o rancio.

Debo de confesar que lo que dijo este tipo me molestó mucho. Cierto que en la dictablanda priista la gran mayoría de las cosas estaban mal, eso nadie los discute. Pero los cines de barrio eran parte de las opciones que la gente tenía para entretenerse. Ahora estamos igual de jodidos que antes o más, pero sucede que en este tiempo ya no tenemos cines de barrio ni teatros ni trenes ni todo eso que le servía a la gente que no podía pagar mucho. Como se podrán dar cuenta, aún tengo mucho coraje. Aquel día tuve ganas de estrellar el televisor contra la pared. Medité durante unos segundos y comprendía que el aparato no tenía la culpa de lo que decía el tipo ese así que cambié de canal y listo. También debo de confesar que tengo ganas de romperle la cara a este señor, así que si lo veo por la calle tengan la seguridad que lo haré.

No fueron pocas las tardes de mi niñez y adolescencia las que pasé sentado en una butaca que me quedaba grande, esperando con ansiedad que las luces se apagaran para ver el programa doble que casi siempre incluía una película nacional y una extranjera. En esas grandes salas nació mi pasión por las cámaras, por la fotografía y la imagen. Estoy seguro que en esas salas también nació el poeta que ahora soy. Por eso no puedo negar la molestia que me provocan los comentarios de tipos que no comprenden lo que para muchos como yo significó contar con salas de cine regadas por toda la ciudad a un precio irrisorio.

Hoy que ya debo de beber té para que la úlcera gástrica se quede quieta. Hoy que ya no soy un niño ni un adolescente, debo de alguna manera conformarme con lo que la nostalgia quiera otorgarme. Quizá porque su propósito no sea alimentarme para mantenerme vivo, si no tirarme migajas de recuerdos de lo que me hizo ser feliz, para no morir.

2 comments:

La niña Fonema said...

confieso que he vivido es le título de la autobiografía de neruda. gran libro por cierto.

Alejandro Arrieta said...

Sí...gracias por la precisión, por la lectura y por la visita.